Dengue en Yucatán


 

El dengue suele presentarse de manera repentina después de un periodo de incubación de entre 4 y 10 días tras la picadura de un mosquito infectado.

 

 


En Yucatán convivimos con un enemigo silencioso que, año con año, pone en riesgo la salud de miles de personas: el mosquito Aedes aegypti, transmisor del dengue. Esta enfermedad no distingue edades ni condiciones sociales; por ello, es fundamental que la población cuente con información clara sobre cómo se transmite, cuáles son los síntomas iniciales y, sobre todo, cuáles son los signos de alarma que pueden indicar la evolución hacia un dengue grave o hemorrágico.

El Aedes aegypti es un mosquito de hábitos urbanos que encuentra en nuestros hogares las condiciones perfectas para reproducirse. Sus criaderos favoritos son los depósitos de agua limpia: cubetas, macetas, tinacos, botellas, floreros o cualquier recipiente que acumule agua de lluvia. Una hembra puede poner hasta 200 huevecillos, que tienen la capacidad de sobrevivir en superficies secas durante meses y eclosionar en cuanto entran en contacto con agua.

El mosquito pica principalmente durante el amanecer y el atardecer, aunque puede hacerlo en cualquier momento del día si las condiciones son favorables. Una vez que pica a una persona infectada con el virus del dengue, puede transmitirlo a otra persona sana en su siguiente picadura. Así se mantiene el ciclo de transmisión que cada año genera brotes en nuestra región.

El dengue suele presentarse de manera repentina después de un periodo de incubación de entre 4 y 10 días tras la picadura de un mosquito infectado. Los síntomas iniciales pueden confundirse con otras enfermedades virales, por lo que muchas veces el diagnóstico se retrasa. Los más comunes son: Fiebre alta (de 39 a 40 °C), dolor de cabeza intenso, especialmente detrás de los ojos, dolor muscular y articular (por eso a veces se le llama “fiebre rompehuesos”), cansancio extremo, náuseas o vómito ocasional, sarpullido en la piel (aparece en algunos casos). Es importante destacar que no todas las personas presentan todos los síntomas. Algunos pueden tener un cuadro leve que se confunde con una gripe o una virosis común, pero aun así pueden complicarse si no se toman las medidas adecuadas.

La mayoría de los casos de dengue se recuperan con reposo, hidratación y vigilancia médica. Sin embargo, un porcentaje de pacientes desarrolla complicaciones graves conocidas como dengue grave o hemorrágico.

Existen señales de alarma que nunca deben ignorarse como lo es el dolor abdominal intenso y continuo, vómitos persistentes, sangrado de encías o nariz, presencia de moretones o pequeños puntos rojos en la piel (petequias), vómito con sangre o evacuaciones negras, dificultad para respirar, somnolencia excesiva, irritabilidad o pérdida de la conciencia, sensación de frío en manos y pies, o piel húmeda. En estas situaciones, el traslado inmediato a un hospital puede hacer la diferencia entre la vida y la muerte.

Al enfrentarse a un cuadro de fiebre, muchas familias cometen errores que ponen en riesgo al paciente. El más grave es la automedicación. No se deben usar medicamentos como aspirina, ibuprofeno o naproxeno, ya que aumentan el riesgo de sangrado. El único medicamento recomendado para bajar la fiebre y aliviar el dolor es el paracetamol, siempre en la dosis indicada por un médico. 

El dengue no es un simple “catarro con fiebre”. Es una enfermedad viral que puede costar vidas si se ignoran los síntomas y las señales de alarma. Reconocer los primeros indicios, evitar la automedicación y acudir a tiempo al hospital puede salvar a nuestros seres queridos.

Recordemos que el mosquito no vuela largas distancias: se cría en nuestro propio patio. Por eso, la prevención empieza en casa y el uso de repelente es una práctica que debe ser una rutina habitual en la temporada de lluvias.

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